Para los defensores de derechos humanos, la guerra no para.
Desde que se iniciaron la negociaciones de paz con las FARC, Colombia ha visto una significa disminución en varios de sus indicadores de violencia. Han bajado las acciones bélicas y los homicidios, por ejemplo, pero, contradictoriamente, durante ese mismo periodo las distintas violaciones en contra de Defensores de Derechos Humanos han incrementado. Hoy son más las personas amenazadas, asesinadas, detenidas y desaparecidas por defender los derechos de sus comunidades que hace 4 años. El preocupante panorama invita a reflexionar sobre el futuro de los defensores de DDHH en Colombia y a romper mitos como, por ejemplo, suponer que las violaciones contra los defensores de DDHH son un producto directo de la guerra con las FARC.
En un país con más de 50 años de conflicto armado interno se llega a un punto en el que las violaciones a quienes son reconocidos o se auto reconocen como defensores de derechos humanos se consideran como una consecuencia “natural” del enfrentamiento armado. Con el proceso de paz y el consiguiente pos conflicto, se espera erradicar este tipo naturalizaciones para construir una sociedad con una mentalidad distinta donde, idealmente, ninguna violación sea consecuencia natural de ningún conflicto. Está claro que para lograr este cambio, se necesitan acciones y en muchos sentidos el proceso con las FARC ha venido dando las primeras luces de los cambios positivos que vendrían con la firma de la paz:
“Colombia conoce las más bajas cifras de violencia en la historia nacional, indicadores asociados al conflicto armado como masacres, secuestros, desapariciones y desplazamientos están en “mínimos históricos”
- The Economist
“Colombia presenta su menor índice de homicidios en una década pues “de 52,4 casos por cada 100.000 habitantes en 2003, bajó a 30,3 casos en 2013, para una reducción relativa de 22,1 casos por cada 100.000 habitantes”.
- Medicina Legal
“Desde que la guerrilla colombiana de las FARC tomara la decisión del cese unilateral de la guerra, Colombia ha vivido su etapa menos violenta en los últimos 50 años.”
-David Fernando Correal, investigador del CERAC
Desde PAS, celebramos estos resultados positivos que vemos como pilares de lo que debe ser el fin de la guerra. Sin embargo, hemos visto surgir otro fenómeno que muestra lo que se mueve detrás del fin del conflicto armado. La guerra escondía una realidad que gracias a la disminución en su intensidad hoy se puede ver con mayor claridad: los ataques contra defensores de derechos humanos en Colombia no son solo producto del conflicto armado sino de muchos actores que ven amenazados sus intereses por personas que defienden el derecho a la paz, a la tierra y el territorio, a la reparación y no repetición, a la restitución de las tierras despojadas, a su identidad sexual, al medio ambiente sano, la consulta previa y a su libertad de asociación y expresión política. Es por esto que la disminución del conflicto armado no ha traído seguridad para los defensores de DDHH y por lo que, seguramente, un acuerdo de paz con las FARC tampoco lo hará. Las cifras hablan por sí solas:
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Entre enero 1 de 2012 y diciembre 31 de 2015 fueron atacados 2.031 y asesinados 265 Defensores de Derechos Humanos. (Cifras del Sistema de Información del Programa Somos Defensores).
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Un 54.06% de los Defensores de Derechos Humanos asesinados eran Defensores rurales, mayoritariamente indígenas, seguidos de líderes campesinos, de restitución de tierra, líderes comunales y líderes mineros.
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Aproximadamente un 86% de estos ataques y un 78% de los asesinatos sucedieron mientras gobierno nacional y FARC- EP desarrollaban los diálogos de paz en La Habana
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“Activistas del mundo entero están muriendo en cantidades nunca vistas por intentar defender su tierra y proteger el medio ambiente frente al aumento de la competencia por los recursos naturales. En 2014 observamos 116 casos de asesinatos de defensores de la tierra y el medio ambiente en 17 países. (…) Aproximadamente tres cuartas partes de estas muertes tuvieron lugar en Centroamérica y Sudamérica y el sureste asiático fue la segunda región más afectada. Una vez más, el país más perjudicado es Brasil, seguido de Colombia, Filipinas y Honduras”. (Global Witness.)
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De las más de 500 amenazas a defensores de DDHH en 2015 solo una provino de las FARC. La mayoría provienen de grupos paramilitares y se cuentan 15 a nombre de la Policía y el Ejército Nacional. (Informe: El Cambio / Somos defensores )
Para los defensores de DDHH, la violencia no para. Las actuaciones a favor de sus derechos afectan los intereses de numerosos grupos que históricamente han recurrido - y seguiran recurriendo - a las armas y las violaciones para mantener sus privilegios. Una verdadera paz para los defensores de DDHH significa acabar con los patrones que han permitido a estos actores atentar contra las persona impunemente y ,lastimosamente, el acuerdo con las FARC no va a traer esto. Esta realidad es un fuerte llamado a fortalecer y seguir apoyando los procesos de acompañamiento y garantizar la seguridad de quienes dan un paso adelante por la defensa de los derechos humanos en sus comunidades.
Además, esta situación deja ver un complejo panorama de lo que vendrá con el pos-conflicto. La paz debe traer consigo una ciudadanía empoderada, dispuesta a ponerse al frente de los distintos procesos de construcción de paz que vendrán con la firma de los acuerdos como la restitución de tierras, la comisión de la verdad y la veeduría de los acuerdos. ¿Hay garantías de seguridad para lograr esto?
Consideramos de vital importancia que el Estado colombiano, junto con los actores claves de la protección como Naciones Unidas, con todas sus agencias, el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, el cuerpo diplomático y las entidades de cooperación internacional, actúen de manera coherente con la realidad colombiana, permanezcan en el país y no escatimen esfuerzos en pos de lograr un cambio sustancial en la situación de los defensores de derechos humanos de Colombia reconociendo que la problemática va muchos más allá de la guerra con las FARC.